Desconstruyeno La Estupidez

Recursos Educativos Multilingües Sobre Característica Intelectual y el Public Domain

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DESCONSTRUYENDO LA ESTUPIDEZ

James Boyle, 21 de abril de 2005

En dos de mis anteriores artículos sobre la Directiva Europea relativa a la protección jurídica de las bases de datos y a la información pública en Europa, dije que la toma de decisiones políticas se hace casi siempre sin tener en cuanto los datos. Se crean nuevos derechos sobre la base de razones anecdóticas y alarmistas. Hay otros ejemplos y no se limitan exclusivamente a Europa.

Thomas Macaulay nos explicó que el derecho de autor es una forma de gravamen para los lectores en beneficio de los escritores, un impuesto que no debería durar ni un día más de lo necesario. ¿Y qué hacemos nosotros? Aumentamos repetidamente el término de protección de los derechos de autor a ambos lados del Atlántico. En Estados Unidos pasan de catorce años a la vida del autor más setenta años. Extendemos la protección retrospectivamente, abarcando autores muertos, tal vez con la esperanza de que escriban desde sus tumbas.

Habida cuenta que sólo alrededor del 4% de las obras protegidas con derechos de autor están disponibles en el mercado después de veinte años, esto significa que el 96% de la cultura del siglo XX se encuentra cerrada para beneficiar a una minoría del 4%. El daño infligido al público es enorme, el beneficio para los autores, mínimo. En cualquier otra área, los funcionarios responsables por esta política serían despedidos. Pero no en esta área.

Es como si hubiéramos celebrado un pacto internacional de estupidez, que exige que ignoremos los hechos y que distribuyamos nuevos derechos al azar, sin ni siquiera darnos al trabajo de averiguar si son mínimamente necesarios. Si lo que está en juego es trivial, nadie se preocuparía mucho por el asunto. Pero la Propiedad Intelectual es importante. Es ella la que dicta las reglas de fondo de la sociedad de la información. Los errores se pagan caro. Repercuten seriamente en áreas como la libertad de expresión, la competencia, la innovación y la ciencia. ¿Porqué continuamos cometiendo los mismos errores?

Para algunas personas la respuesta es obvia: el poder corporativo tomó las riendas de los procesos de toma de decisiones. Es una conclusión cínica interesante. Pero, ¡esperen! Hay intereses económicos en ambos lados. Las industrias de la música y del cine son pequeñas comparadas con la industria electrónica. Y, sin embargo, la regulación jurídica de los derechos de autor ha bailado al ritmo de la primera, no de la segunda. El software libre es un gran negocio. Pero las burocracias de la Propiedad Intelectual Internacional parecen considerarlo como una especie de comunismo ateo.

Si el dinero habla, ¿porqué las personas que tienen el poder de tomar decisiones sólo oyen a uno de los interlocutores en la conversación? El poder de las grandes empresas es sólo una parte de la explicación. Es necesario algo más. Tenemos que desconstruir la cultura de la estupidez que propaga en el área de la Propiedad Intelectual, entenderla para poder cambiarla. Pero esta es un área donde la estupidez es rica y compleja, como un buen Margaux. Solo puedo pasar revista a algunos de sus sabores.

Maximalismo: lo primero que tenemos que entender es que la mayor parte de las decisiones están motivadas por una ilusión honesta, no por corrupción corporativa. La ilusión es maximalista: cuantos más derechos de propiedad intelectual creemos, más innovación. Esta preposición es claramente errónea; los derechos aumentan el coste de los inputs de innovación (líneas de código, secuencias de genes, datos). Los efectos monopolistas y anticompetitivos generados por estos nuevos derechos, ¿superan a los incentivos que proporcionan? Esta es la pregunta central a plantear pero muchas de las personas encargadas de tomar decisiones parecen no haber pensado nunca en el asunto.

La cuestión fue abordada en el seno del Comité que dio origen a la malograda Directiva Europea relativa a la protección jurídica de las bases de datos. Se observó que Estados Unidos, sin dispensar una protección significativa a las compilaciones de datos no originales, había una industria de bases de datos mucho mayor que la de Europa, que ya tenía una protección "sweat of the brow" en algunos países. Europa tiene una protección fuerte, Estados Unidos una débil. Estados Unidos está en ventaja.

¿Llevó esto al Comité a consdierar por un momento si Europa debería optar por una protección más débil para las bases de datos? No. La respuesta del Comité fue que este hecho demostraba que tendríamos que crear más derechos en Europa, que debíamos optar por una protección más fuerte. La falta de mira de este pensamiento es patente. «Aquel hombre sólo come ensalada y parece delgado. Claramente, para parecernos a él tenemos que comer el doble de lo que él come ¡y donuts también!»

El romance Autoral: parte de la ilusión reside en la idea de que los inventores y los artistas crean a partir de la nada. ¿Quién precisa del material del dominio público si podemos crear obras a partir de cero? El problema es que en la mayor parte de los casos, esta idea es pura y simplemente falsa; los artistas, los científicos y los tecnólogos crean a partir del pasado. ¿Cómo se habría desarrollado el blues, el jazz, el teatro isabelino o Silicon Valley si estuvieran sujetos a las reglas de nuestros días? ¿No me creen? Pregunten a un realizador de documentales lo que piensa de las autorizaciones que debe obtener o a alguien que desarrolle software libre, lo que piensa de las patentes de software.

Un Contrato Industrial: ¿Quienes son los titulares de los derechos de Propiedad Intelectual? En el pasado solían ser las grandes empresas. Uno tenía que ser el dueño de una tipografía o de una fábrica para entrar en el mundo de la Propiedad Intelectual. La ley se concibió como un contrato entre grupos industriales. Un arreglo cómodo que dejó de ser viable. Los ciudadanos editores del ciberespacio, los programadores que desarrollan software libre, los científicos que distribuyen análisis de datos , todos se encuentran ahora implicados en el mundo de la Propiedad Intelectual. La estructura de toma de decisiones tiene que adaptarse todavía a este nuevo modelo.

Hay muchos otros temas. Por ejemplo, la idea de que mayor control es siempre preferible (ver mi artículo acerca de la información pública) o el hecho de que cuando armonizamos internacionalmente lo hacemos siempre de forma ascendente, aumentando los derechos. Por encima de todo, sin embargo, los puntos de vista que vengo criticando aquí, no se resumen a mera estupidez. Constituyen una ideología, una manera de ver el mundo, tal como lo era la creencia en que la tierra era plana. Pero el mundo no es plano y el pacto de estupidez no es lo que queremos suscribir.

Que quede bien claro. La Propiedad Intelectual es una buena cosa. (Hay otros puntos importantes que no he tratado en este artículo, tales como los derechos naturales y los droits d'auteur. Estos temas tendrán su propio artículo.) No todas las propuestas para aumentar los derechos son disparatadas, pero si no comenzamos a mirar rigurosamente los hechos, nunca vamos conseguir distinguir unas de las otras.

En mi Universidad, hemos fundado el Center for the Study of the Public Domain, para estudiar las contribuciones del dominio público en la esfera de la creatividad. Descubrimos que éramos el único centro de esta clase en todo el mundo. Al principio nos hizo sentir innovadores. Después nos hizo preocuparnos. Si no atendemos a los hechos e ignoramos el papel que el dominio público desempeña para la promoción de la innovación, ¿cómo podemos esperar que se tomen buenas decisiones políticas?