Más Derechos Para Los Webcasters Es Una Mala Idea

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MÁS DERECHOS PARA LOS WEBCASTERS ES UNA MALA IDEA

James Boyle, 26 de septiembre de 2005

Doy clases de Propiedad Intelectual, un área que está llamando la atención de economistas, politólogos y personas que simplemente quieren ganar dinero. En el fondo, estas son las reglas que definen el mercado de la tecnología punta. ¿Estamos haciendo un buen trabajo al delinear esas reglas? Infelizmente, la respuesta es no. Hay tres tendencias que son evidentes.

En primer lugar, y lo más lamentable, las leyes que regulan la Propiedad Intelectual se han creado sin atención a las más básicas evidencias empíricas que demuestren que son necesarias y que su existencia es más benéfica que perjudicial. En segundo lugar, el proceso de toma de decisiones en esta área no ha sabido reconocer la importancia creciente de los derechos de Propiedad Intelectual en los más variados campos, desde la libertad de expresión a la política de telecomunicaciones, al desarrollo económico o el acceso a los materiales educativos. Todavía se hacen leyes como si se tratase de un negocio entre grupos industriales - equilibrando los intereses de las empresas de contenidos con las de los broadcasters, por ejemplo. El interés público en la competencia, en el acceso, en la libertad de expresión y en mercados tecnológicos competitivos se relega a un segundo plano. La única cosa que importa es hacer que los señores que tienen dinero y poder estén contentos. Por último, las redes de comunicaciones se van construyendo progresivamente en torno a las reglas de Propiedad Intelectual, una vez que la ley regula la tecnología de una forma cada vez más directa; no siempre con resultados positivos.

Es raro encontrar un ejemplo que ilustre estos tres errores, pero la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual ha conseguido combinar estas tres tendencias lamentables a la vez. No hay mejor ejemplo que el Tratado de Broadcasting y Webcasting, actualmente en debate en Ginebra. Reúne las tres tendencias al mismo tempo - un verdadero hat-trick de la Propiedad Intelectual.

Mucho de lo que es objeto de radiodifusión está sujeto a derechos de autor - el titular de los derechos los cede al radiodifusor , que transmite la película o la música a nuestras casas. Lo que el lector probablemente no sabe es que hace casi cincuenta años los radiodifusores de algunos países adquirieron un derecho adicional, que se añade al derecho de autor. Aunque el material que se transmitiera estuviera en el dominio público o aunque el titular de los derechos de autor no pusiera objeciones a su redistribución, la ley reconocía al radiodifusor un derecho de impedirla - un período de exclusividad de veinte años. La justificación evidente era estimular a los radiodifusores a invertir en sus estaciones. Estados Unidos no firmó este tratado. ¿Y acaso la industria de radiodifusión americana se paralizó, atrofiada ante la posibilidad de pirateo de sus señales? Difícilmente. El sistema americano de copyright funciona bien y no se ha probado que sea necesario un derecho adicional. ¿Comisionó la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual estudios empíricos para analizar si el derecho adicional era necesario, comparando los países que lo adoptaron con los no lo hicieron? Claro que no. Así es como se toman decisiones políticas sobre la Propiedad Intelectual: no precisamos de hechos. Creamos monopolios basándonos en nuestra fe.

Ahora, además, se ha convocado una nueva conferencia diplomática que va a reabrir este tema. Sin duda que el objetivo principal es abolir ese derecho, ¿no es así? Nunca hubo datos empíricos que lo justificasen. Los radiodifusores prosperaron en los países que no adoptaron el derecho adicional, a pesar de envidiar los monopolios legales de sus congéneres en naciones más crédulas, cuyos políticos ceden con más facilidad a los intereses de los radiodifusores. Se trata de un derecho que implica costes considerables. Crea una nueva ronda de autorizaciones que obtener antes de que el material pueda ser digitalizado o redistribuido - acentuando el ya existente problema de las "obras huérfanas", cuyos dueños no pueden ser identificados. Como tal, el derecho adicional tiene los días contados, ¿no? No.

En el extraño mundo que es la política de la Propiedad Intelectual, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual está considerando una propuesta para aumentar la duración del derecho a 30 años, así como una iniciativa apoyada por Estados Unidos para aplicarlo también a los webcasters. A fin de cuentas, Internet se está expandiendo a un ritmo tan lento... Precisamos claramente de un monopolio legal totalmente nuevo, por encima de los derechos de autor, para que haya más intermediarios, para que haya un bosque de derechos cada vez más denso.

¿Cuál es el fundamento de esta propuesta? Paridad: «Si los radiodifusores tienen el derecho, nosotros también debemos tenerlo». Pero esperen. Nunca hubo indicios de que los radiodifusores necesitasen este derecho. Y las exigencias financieras y modelos de negocios de estas dos industrias son completamente diferentes. Y a todos los efectos, el alcance de los webcasters sería global. Y no hay ninguna prueba de que los webcasters precisen de algún tipo de protección. Y, y...

Pero argumentar en este sentido es una actitud naïve. La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual lidera la creencia de que "más derechos es mejor". Yahoo y unas cuantas empresas más de websiting llevan a cabo campañas de lobbying extremamente hábiles. Vergonzosamente, los representantes de Estados Unidos cedieron a esos lobbies. Todavía no hay muchos países que hayan aceptado la idea de la necesidad de un derecho para los webcasters, pero no está claro que su resistencia vaya a durar mucho tiempo. Las "industrias afectadas" siempre consiguen hacerse oír.

Más temprano o más tarde, habrá un nuevo tratado. Habrá una nueva ronda de "armonización" - armonización ascendente, siempre "hacia arriba". Se van a continuar creando derechos y más derechos innecesarios, alcanzándose tal vez el corazón de nuestras nuevas tecnologías de comunicación. Y los responsables de los lobbies volverán a sentarse a la mesa para marcar nuevos planes. Tal vez el creciente furor suscitado por el derecho de los webcasters consigue que se le retire de la agenda de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Sin embargo se mantendrá el hábito de tomar decisiones sin base empírica, como si se tratase de un contrato entre las industrias afectadas. Es un escándalo. Pero en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, es el pan nuestro de cada día.